1. Diálogo primero marco conceptual en materia de conflicto y conflictividad social
1.4 Factores que se deben tener en cuenta para analizar los conflictos y las conflictividades sociales.
- En primera instancia, se debe identificar quiénes son las partes en conflicto, y respecto de ellas, evaluar su comportamiento. Es decir, se debe observar cómo actúan, si buscan intereses comunes, acciones creativas y constructivas o si tratan de perjudicar y causar dolor o daño al otro mediante el antagonismo que es, generalmente, el aspecto más visible en un conflicto.
- En segunda instancia, se deben analizar las actitudes de las partes, es decir, el aspecto motivacional, que se refiere a cómo sienten y piensan las partes de un conflicto, cómo perciben al otro, y cómo ven sus propias metas y al conflicto en sí mismo.
- Finalmente, se debe analizar cuál es la contradicción, es decir, identificar cuál es el objeto de conflicto y cuáles son sus causas subyacentes.
Normalmente al analizar un conflicto, ambas partes se concentran en las actitudes y la conducta5 , tanto la propia (que en general se auto-concibe como positiva), como en la del otro (que suele describirse generalmente como negativa) sin embargo, es primordial analizar los aspectos subjetivos, muchas veces ocultos, que sólo se hacen visibles mediante una escucha activa de cada una de las partes, aspecto que podremos profundizar en el Tercer Módulo de nuestra Caja de Herramientas.
En conclusión, para el estudio de un conflicto requerimos analizar tanto los aspectos objetivos como los subjetivos.
Según Galtung el no observar estos tres factores puede conducir a una lectura limitada del conflicto y, por lo tanto, llevar a una gestión inadecuada del mismo.
El conflicto es una situación social en la que dos actores (partes), como mínimo, manifiestan y creen tener objetivos incompatibles sobre un mismo objeto de interés. (Kriesberg) O luchan por conseguir, de manera simultánea, un conjunto de recursos escasos (Wallensteen, 2019). Estos recursos se pueden entender como físicos: tierras, acceso al agua, mercados, bienes, o simbólicos: sentimientos, valores, creencias, percepciones o posiciones de poder, entre otros.

Por su parte, la conflictividad social se refiere a aquella situación en la que dos o más grupos tienen intereses incompatibles, se hace público el desacuerdo y buscan movilizar apoyos y aliados en un contexto confrontativo de permanente oposición (CINEP, 2016).
El conflicto hace parte del desarrollo humano, una fuerza motriz que, gestionada de manera adecuada o cooperativa, contribuye a la generación de cambios en provecho del hombre (Jorge Bolaños y Alberto Costa), una oportunidad de progreso o desarrollo, entendiendo este último no sólo como el crecimiento ecnómico y la satisfacción de las necesidades básicas, sino como el fortalecimiento de las capacidades y el potencial, individual y colectivo, de las comunidades. (Progama de Desarrollo y Paz Territorial, 2016).
Basados en esta concepción dicotómica de los conflictos (positivo-negativo, crisis-oportunidad), y como indicamos anteriormente, del uso de medios positivos y oportunos para su gestión, donde las partes tengan una postura respetuosa, abierta y creativa, se espera que el resultado del diálogo sea potencialmente positivo, constructivo y transformador de la realidad. Dirección a la que apunta el método denominado “Trascend” elaborado por Johan Galtung, que busca que en el proceso del conflicto el diálogo pueda ser beneficioso para todas las partes involucradas. (Percy, 2009).